jueves, 2 de julio de 2009

Un suceso inesperado


El crucero partió esta tarde. Estaba muy emocionado, pues era la primera vez que me ganaba un premio. ¡Vaya suerte!, ganarme un viaje en crucero con todos los gastos pagados. Lo mejor que me ha pasado en la vida.

Su tamaño era colosal. Sus colores, blanco y celeste, lo hacían verse muy lujoso e imponente. El crucero era impresionante. Sin lugar a dudas, viajar en un barco así era un sueño hecho realidad para cualquiera.

Las expectativas de vivir momentos emocionantes aumentaban. Con el cielo nublado y el viento soplando fuerte, la aventura comenzó. Poco a poco, nos fuimos adentrando al gigantesco mar, hasta no poder ver las luces de la ciudad.

Dentro del barco había mucha actividad, unos comían, otros bebían, otros jugaban y yo decidí sentarme a leer un poco. Era la primera vez que me sentía cómodo entre tanta gente. La mayoría de veces, me veían despectivamente por tener solo la mitad de mi brazo izquierdo.

De pronto, comenzó a llover. La lluvia aumentaba poco a poco y el fuerte viento hacía que el barco perdiera la estabilidad con movimientos violentos. Repentinamente, una enorme ola golpeó contra el crucero, haciendo que este se desbalanceara de forma brusca.

Todo parecía confuso. La gente gritaba y corría aterrada, por un momento, no supe qué hacer, estaba paralizado por el miedo. El imponente y hermoso crucero estaba a punto de hundirse. Luego de unos segundos sin reaccionar, me di cuenta de que debía hacer algo para salvar mi vida. Corrí hacia la cubierta sin mirar atrás. Sin pensarlo dos veces, di un salto fuera del barco y comencé a nadar.

Me alejé lo más que pude, cerca de mí se encontraba un trozo de madera del que me sujeté con todas mis fuerzas, mientras observaba bajo la lluvia cómo, poco a poco, el barco se sumergía en el mar. Las olas eran muy fuertes, me sentía muy débil y estaba casi inconsciente. Lo único que hice fue dejarme llevar por el violento mar.
Desperté. El sol brillaba en lo más alto del cielo, no sabía dónde estaba, pero me sentía feliz de estar vivo. Junto a mí se encontraban muchos objetos del barco. Entre tanta basura, se encontraba un enorme coco. Era tan grande que no me cabía en la mano, pero para mi suerte, estaba listo para introducirle una pajilla y beber su agua.

Había calmado mi sed, pero el hambre me estaba matando. Lo único que tenía era un coco que no podía romper. Lo coloqué a mi lado y me senté sobre una piedra, junto a ella, se encontraba una hierba que parecía comestible. Arranqué la hierba, no sabía si comerla. Después de pensarlo por unos momentos, la probé.

De pronto, el mundo me parecía gigantesco, me empecé a sentir extraño, todo lo veía y lo escuchaba diferente. Me di cuenta de que me había encogido. No encontraba explicación lógica a este suceso, pero el hambre me estaba matando y en lo único que pensé fue en introducirme al coco por medio de la pajilla para comer toda su carne.

Sin pensar en las consecuencias, me introduje y comencé a devorar, la que en ese instante, me pareció la más exquisita de las frutas. Una vez satisfecho, supe que no había forma de salir. El aire empezó a faltarme, la desesperación comenzó a adueñarse de mí.

Me sentía mareado, no sabía qué hacer. Poco a poco, iba perdiendo la esperanza de vivir y sin fuerzas de mantenerme de pie, caí de un golpe sin poderme levantar. Mientras estaba acostado muchos recuerdos invadieron mi mente. Mi hora había llegado. Estaba tranquilo, el miedo desapareció. Lentamente mis ojos se fueron cerrando hasta estar cubierto totalmente por la oscuridad.

1 comentario:

  1. Buenisimo con la historia del coco, la verdad es que leyendo los blog de todos te das cuenta un poco de la creatividad de algunos. Me parece interesante tu final, y sobre entiendo que moristes, pero me hubiera gustado saber como habrias hecho para salir sin morirte... jajajajaja...

    ResponderEliminar